Es una respuesta constante del sistema nervioso y es necesaria para afrontar cualquier acción de la vida cotidiana. Desde que nacemos hasta que morimos se manifiesta dicha respuesta. Aunque se esté en el sueño más profundo, siempre mantendremos un mínimo de activación.
El grado de activación a la hora de realizar las actividades varía de unos sujetos a otros, es un valor subjetivo que no podemos medir de forma objetiva. El nivel óptimo varía de unas personas a otras e incluso un mismo valor varía para una misma persona, dependiendo de la actividad a realizar. Lo importante es la autorregulación del nivel de activación, para así poder conseguir el grado de activación más adecuado y afrontar con mayor garantía la actividad a desarrollar.
La activación puede medirse de forma cuantitativa o cualitativa.
A nivel cuantitativo podemos tener:
a) Alta activación: – Origen positivo: Motivación por el reto.
Gusto por el deporte.
– Origen negativo: Ansiedad.
Hostilidad.
b) Baja activación: – Origen positivo: Relajación.
– Origen negativo: Desánimo.
Falta de interés.
Exceso de confianza.
Agotamiento.
A nivel cualitativo la manifestación de la activación puede ser:
a) Fisiológica:
-Aumenta: Tasa cardiaca, presión arterial, sudoración, respiración, tensión muscular, nivel de adrenalina, azúcar en sangre, metabolismo basal y el colesterol en sangre.
-Disminuye: El riego sanguíneo periférico y la actividad del sistema digestivo.
b) Mentales: Preocupaciones, incapacidad de tomar decisiones, sensación de confusión, incapacidad para concentrarse, dificultad para dirigir la atención, sentimiento de falta de control, estrechamiento de la atención y desorientación.
c) Motores: Hablar rápido, temblores, tartamudeo, bostezo, voz entrecortada, imprecisión y precipitaciones.
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