Trabajas, entrenas, tienes una pareja,… ¿cómo es un día de Mabel Gallardo?
Pues muy normalito. Trabajo en un colegio por las mañanas de lunes a viernes (de 9 a 15h), y las tardes de los lunes. Lo peor de mi horario es que no es igual ni parecido al de Pedro, él tiene turnos muy diferentes, y siempre andamos encajando ambos horarios para poder entrenar o comer juntos.
Tengo la gran suerte de vivir muy cerca de mi colegio así que, aunque no sea necesario, me gusta levantarme con tiempo para disfrutar del desayuno y con fuerzas coger una vieja bicicleta de MTB hasta el cole. Todas las mañanas me las paso con niños de 3 hasta 9 años, paseando por los pasillos con pelotas, aros, colchonetas…, explicando juegos de bosques encantados, animales o cualquier cosa que pueda abrir los ojos a los niños. Así y con mucha imaginación y paciencia, paso la mañana.
La mayoría de veces, al llegar a casa, mi pareja lo tiene todo preparado para comer y dedicarnos a entrenar lo antes posible, sobre todo en invierno, que apenas dejamos el plato y ya estamos cambiados para salir en bici porque la noche se viene encima y hay que aprovechar. Otras veces, si no toca bici, podemos respirar un poco antes de entrenar, pero siempre hay algo que hacer como llenar la despensa, tan importante en una casa como la nuestra, lavadoras, etc.
Por cuestión de tiempo casi siempre nadamos a última hora de la tarde, después de alguna sesión, es por eso que ambos sentimos una animadversión a la natación.
Para terminar la jornada, cenamos casi cuando otros duermen para poder alargar más el día, intentando dormir, muchas veces mal, lo máximo posible. Es el precio que hay que pagar por no ser profesional e intentar hacerlo lo mejor posible.
Lo peor que he llevado, entrenando un Ironman y trabajando, son las horas de descanso, sufriendo, entre otros problemas, de insomnio.
Llevas muchos años en el mundillo, ¿cómo ves la evolución que ha experimentado el triatlón tanto positiva como negativa?
Al haber crecido tanto en tan poco tiempo hay muchísima más información y más rápida de conseguir, mejora en los materiales, cientos de pruebas, y un largo etc., pero no sé si me compensa. Esa sensación de complicidad que te daba conocer todas las pruebas y conocernos entre todos los triatletas se está perdiendo. Antes entendía que pertenecía a una familia bien definida, tenía más sensación de control en todo, ahora se multiplican los clubes, las pruebas, las distancias, las marcas, los blogs,….
A pesar de llevar unos 10 años en este mundillo, siempre me ha gustado conocer qué pasaba antes, en época de Godoys y Santamarías aquí y de Paulas Newby-Fraser y Marks Allen en tierras hawaianas. Tengo miedo a que perdamos el norte y desaparezca el triatlón como yo lo entendía, como me gusta.
Después de tantas competiciones, ¿podrías decirnos alguna anécdota?
Tengo muchas historias con animales, persecuciones, mordeduras y vacunas antitetánicas. Otras sobre intercambio de material con Pedro, mi pareja, justo antes de la salida de una competición (una pena que no me valgan las zapatillas del 46) pero me alargaré en una de las últimas:
El año pasado, en un día feo de invierno y encontrándome pachucha y malhumorada, salí en bici con Pedro y un amigo, así que iba todo el camino muda y mirando rueda, hasta que tras más de una hora, donde parecía que yo ya no existía, empezamos a oír golpes en la carretera y ver… ¡que llovían naranjas! ¡Y no pocas! Caían por todas partes. Fue sólo entonces cuando levanté la mirada de la rueda que llevaba delante y descubrí, después de esquivar no pocas naranjas, que había muchos niños escondidos por el campo. Era la gota que llenaba el vaso de mi mal día, así que, en una de mis mejores transiciones, tiré la bici en la entrada de un camino casi sin avisar a mis compañeros y corrí como no lo he hecho nunca detrás de un número indeterminado de niños. No tengo ni idea de qué hubiese pasado si no fuese porque llegaron a una casa donde estaban pasando la tarde de domingo varias familias, pero lo que sí sé es que me vi dando una lección extra de tutoría a unos padres que no conocía.
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